sábado, 8 de diciembre de 2012

"Esto va a ser cosa del destino..."

¿Cuantísimas veces nos habremos topado con esa afirmación? “Estaba escrito en las estrellas”, “Dios quiso que pasase”, “Esa relación estaba condenada al fracaso”… Cualquier persona consciente y pensante (un poco, al menos) no caerá en estos sinsentidos. Otras, en cambio, los tomarán como doctrina.

Parece ser que las personas necesitan de algo externo que las exima de toda responsabilidad, que las exculpe de todos sus actos, una mano invisible que mueva los hilos de sus abotagadas vidas. Pero lo cierto es que esa mano tiende más bien a ser algo abstracto, algo más parecido a lo que en La Guerra de las Galaxias llamaban “La Fuerza”.

¿A qué conduce, pues, esta flamante teoría del destino? Llegaría al nivel del psicoanálisis, ¡o de la religión! Lleva a que la gente tan sólo tiene que hacer el vago esfuerzo de “creer”. El sexto Principio de la metafísica dice: “Toda causa tiene su efecto, todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo con la Ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a una Ley no conocida […]”. ¡Bien! Ya nos ha quedado claro que toda consecuencia ocurre de acuerdo a una serie de leyes pero, espera, ¿tengo que CREERME esa causa desconocida…?

Para descubrir esa causa desconocida, habría que remontarse a su causa anterior (ya que esta causa que nos concierne fue, en algún momento pasado, consecuencia de algo), y en la anterior a esta más tarde, etc. Es decir, habría que retroceder hasta el Primer Motor Inmóvil del que nos hablaba Aristóteles hace ya muchos años. Veamos una conversación extraída del libro “Platón y un ornitorrinco entran en un bar…”:
Dimitri: Si Atlas sostiene el mundo, ¿qué sostiene a Atlas?
Tasso: Atlas se sostiene sobre el caparazón de una tortuga.
Dimitri: Pero, ¿sobre qué se sostiene la tortuga?
Tasso: Sobre otra tortuga.
Dimitri: ¿Y qué sostiene a esa tortuga?
Tasso: Querido Dimitri, de ahí para abajo todo son tortugas.


Esto refleja el retroceso infinito, cómo una causa está siempre precedida por otra todavía menos conocida… ¿hasta dónde? ¿Me creo entonces esta teoría metafísica? La respuesta es no. No te creas nada, piensa, opina, deduce. Como un sabio me dijo una vez: “Creer es malo.”

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