viernes, 7 de diciembre de 2012

Otro gran chasco


Este es el primer año que no veo venir la navidad desde el prontísimo noviembre acercarse, sigilosa, arrastrando cascabeles hasta romper en carcajadas de purpurina y espumillón.  Ayer, en el rellano de mi edificio, me fijé en que mi vecino -completo y absoluto desconocido- había colgado adornos navideños en la puerta y pensé extrañada: la navidad está cerca. Sabía perfectamente que era 6 de diciembre pero la vida en el extranjero me había permitido huir de una manera maravillosa de aquellos gritos ensordecedores que otros años me levantaban mucho dolor de cabeza. Mi vínculo de unión con la realidad social a la que pertenezco es el periódico y me puedo saltar soberanamente cualquier noticia que tenga el más mínimo contenido festivo. Y mi realidad individual está completamente desconectada de la televisión y de los comercios. Es perfecto. 
Es extraño, siempre he tenido el contradictorio sentimiento de desprecio absoluto hacia la navidad y a la vez tristeza por esta. Me explico: la navidad no significa nada para mí, me parecen un periodo del año hortera y excesivamente viciado en las costumbres, y, sin embargo, me pone triste. ¿Cómo puede afectarte algo en lo que no crees? Cuando descubres que la religión es una gran farsa ir a misa ya no tiene ningún efecto sobre ti. Yo he descubierto que la navidad es ciertamente una grande y frívola farsa y sin embargo tiene un efecto increíblemente nocivo sobre mí. He despedazado y analizado cada rito de estas fechas y ya me conozco el truco que para otros es magia, y a pesar de todo y muy a mi pesar, consigue deprimirme, maldita sea. Quizás me deprime saber que la gente ignora el truco aunque lo conozcan, o que no lo conozcan. Que va, no es eso. Es algo mucho peor. Es que a pesar de ver los hilos que mueven la marioneta, a pesar de ver los hilos que me mueven, no puedo hacer nada por deshacerme de ellos. Y aunque la navidad no signifique nada  actualmente, lo significó en algún momento muy tierno de mi vida. Y ahora es una enorme decepción, otro gran chasco. Soportar un chasco una hora un domingo al año es algo bastante llevadero. Pero 15 días inmerso en una farsa mundial todos los años de tu vida te obliga a formar parte de ello y esto es lo que fastidia un poco más. No quiero tener que volver a pasar obligatoriamente por el gran chasco todos los años. No quiero oír a mis amigos decir que les gusta el gran chasco y sus lucecitas y los chascos familiares... Y regalar chascos a la gente, y recibir chascos de regalo. Pero es imposible huir. No puedes escapar de ese mundo paralelo(s) que te araña aunque no te dejes coger.  Lo mejor que puedes hacer es aprender a vivir esta época sintiéndote defraudado con todo el mundo y procurando que se te note mucho. Bienvenido al club de El Grinch, que tengas un feliz chasco y próspero chasco nuevo.







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